Son los pliegues que se forman en nuestra piel con el tiempo (cronoenvejecimiento) o debido a la acción de algunos agentes externos, como la exposición a la luz solar (fotoenvejecimiento) y el humo. La epidermis pierde elasticidad y con ella, la capacidad de recuperar su estado original, dando lugar a los surcos del rostro.
Estos surcos se acentúan debido a los cambios en las diferentes capas de nuestra piel, ya que, con el tiempo, la epidermis (la capa más superficial) se vuelve cada vez más delgada y pierde fuerza, elasticidad y resistencia. La dermis, la segunda capa de la piel, reduce la producción de ácido hialurónico y colágeno, mientras que la capa subcutánea, la parte más profunda, reduce la capacidad de sintetizar la grasa. Estas tres acciones combinadas hacen que aparezcan signos y surcos en la cara, especialmente en la frente y cerca de los labios y los ojos.
Como ya hemos mencionado, el proceso de envejecimiento de la piel puede acelerarse por la exposición prolongada a los rayos UV, tanto naturales como artificiales. Los rayos solares son la causa del empobrecimiento de los fibroblastos, las proteínas responsables de mantener la piel firme. Finalmente, unos hábitos de vida poco saludables y una dieta incorrecta aumentan el número de radicales libres en la sangre, sustancias que contribuyen al envejecimiento de los tejidos de la piel.
Según la Dra. Isabel Quintanilla de la Clínica Santabarbara, el envejecimiento se debe a varias modificaciones morfológicas y fisiológicas que ocurren con el paso del tiempo en el organismo. Las funciones se van alterando, y este deterioro se torna irreversible.